La buena noticia para el Real Madrid es que ganó al equipo que le ha amargado la existencia durante demasiado tiempo, al que ha acostumbrado a ponerle sin remisión ante el espejo de sus traumas y sus deficiencias. La mirada para la esperanza apunta a un segundo cuarto en el que el equipo impuso su velocidad de crucero (30-20) y con un acierto pletórico puso en jaque al Barcelona (48-36 al descanso). La mala, que la hay, es que no supo volar cuando parecía despegar y que estuvo en el borde del precipicio contra un rival que llegaba sin Navarro, la madre de todas las bajas, sin Perovic y con Lorbek muy mermado (-2 de valoración y la primera de sus dos canastas avanzado el último cuarto). Contra un Barcelona sin referentes capitales, que jugó muchos minutos en bonus y que casi no contó con Mickeal en el primer tiempo por faltas. Contra un Barcelona que hizo un 23% en triples y que pasó las de Caín para anotar con fluidez, el Real Madrid llegó al minuto final con todo en el alero. Lo malo es que no lo cerró antes, lo bueno que esta vez superó el temblor de pulso que le mató otra veces, la última en la Supercopa.
Cristiano y Granero no quisieron perderse el Clásico. |